Esta semana estuve con varias de las personas más representativas del pueblo gitano en Europa, incluyendo asociaciones gitanas de mujeres. ¡Con qué madura unanimidad expresaban su radical rechazo a ese programa de TV! Muchas de las más de 2 millones de personas que lo han visto habrán creído que conocieron “por dentro” una boda gitana. Las personas investigadoras sabemos que con frecuencia la observación deforma el objeto de estudio. En este caso, la deformación fue total y lo malo es que mucha gente habrá pensado que era un espejo plano de la realidad, creerán que conocen la realidad.
Lejos de quejarse solo de la TV, insistían en que además había que analizar y criticar el problema interno de su comunidad, la contribución que algunas personas gitanas habían hecho a esa deformación. Se me dijo que yo también como sociólogo tenía el deber de analizar y criticar a los “investigadores” que presentan como conocimiento investigador sobre su pueblo los mismos prejuicios que difunde la TV añadiendo así “credibilidad intelectual”.
“Palabra de gitano” fomenta una visión de ese pueblo como machista y quienes nos dedicamos a la investigación a nivel internacional sabemos que no puede atribuirse una característica negativa a todo un pueblo, tanto porque nunca es verdad como porque perjudica la convivencia entre personas de diferentes culturas. Hay gitanos machistas, payos machistas, gitanos no machistas, payos no machistas. Un investigador gitano analizaba y criticaba en la revista científica RISE (
http://bit.ly/XxVcOC) las afirmaciones antigitanas de Mariano Fernández Enguita como, por ejemplo, su afirmación de que “para un niño gitano, por ejemplo, es un verdadero drama someterse a la autoridad de una mujer profesora. Es un drama. Porque en su familia, a lo mejor con doce años, está dándole órdenes a su madre, y no digamos a sus hermanas” (p. 80).
Por mi parte, como catedrático de sociología, tengo el deber de analizar y criticar esas afirmaciones diciendo con claridad que no solo no son sociología sino que la sociología no acepta y condena científica y éticamente ese tipo de afirmaciones. Desgraciadamente, en el contexto del feudalismo universitario español, han llegado a ser consideradas como sociología las ocurrencias y prejuicios de personas individuales. Sin embargo, la sociología mundial nunca ha aceptado ese tipo de afirmaciones como propias y nunca ha tenido como propios los escritos de quienes las hacían. Quienes son citad@s y públicamente reconocid@s por la sociología mundial son sociólog@s, como Marta Soler, que no solo no hacen esas afirmaciones sino que las critican.
La comunidad investigadora educativa de nuestro contexto no cumpliría con la consecuencia que sí tienen l@s representantes gitan@s si se limitara a criticar a los medios no limpiando su propia casa, si no analiza y critica también con claridad a quienes se llaman investigadores los mismos prejuicios que criticamos en esos medios.