Autor Tema: Artículo en Periódico HOY de Extremadura sobre RRSS y VdG  (Leído 6614 veces)

Desconectado Beatriz Muñoz

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Queridas amigas y amigos,

el día 31 de diciembre de 2013 el periódico HOY de Extremadura publicó un artículo que escribí como Directora de la Oficina para la Igualdad de la UEx al hilo de algunos hechos sucedidos que explico en el texto. Ha tenido muy buena aceptación y he recibido felicitaciones de gente que compartia nuestras inquietudes y posturas contra la violencia hacia las mujeres, entre ellas la del Rector de la Universidad y el Vicerrector de Docencia y Relaciones Institucionales que es de quien directamente depende la Oficina para la Igualdad.  Me apetece compartirlo con vosotros y vosotras. Un abrazo, Beatriz.

Rumores, violencia de género, divertimento y redes sociales

Beatriz Muñoz González
Socióloga y Directora de la Oficina para la Igualdad de la UEx

(publicado en Diario HOY el 31 de diciembre de 2013)[
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En el último año y medio hemos asistido al surgimiento de un fenómeno en las redes sociales al que quizá no se ha prestado la debida atención: la aparición de cuentas en las que se invita, de manera anónima, a participar con declaraciones amorosas, comentarios y cotilleos sobre terceras personas, sigan o no dichas cuentas, estén o no en la red. El mecanismo es sencillo, cualquiera puede mandar un mensaje directo y las personas que gestionan la cuenta deciden si se publica o no; en caso afirmativo, el mensaje aparecerá con el avatar de la cuenta.

Hace unos días la Oficina para la Igualdad de la UEx denunció la existencia de una de ellas a través de la cual se había vejado a una estudiante de la Universidad con varios tuits de contenido sexual que, sin nombrarla, la identificaban claramente. Desde la Oficina instamos a su cierre por entender que, aunque no era su finalidad, podía servir de plataforma para ejercer violencia contra las mujeres (como había sido el caso) o, incluso también, contra cualquier grupo o colectivo. Entendíamos, además, que el nombre de una institución y su imagen corporativa no deben ser utilizados por cualquiera y mucho menos con objetivos que no son los propios de esa misma institución.

Más allá del revuelo que se organizó, me gustaría, en una reflexión serena, compartir algunas ideas suscitadas al hilo de lo acaecido.

En primer lugar, los hechos han puesto de manifiesto, una vez más, el enorme desconocimiento que hay acerca de “qué es violencia de género”. Es probable que quienes dieron el visto bueno a la publicación de los mencionados tuits consideraran que extender rumores sobre la vida sexual de una mujer o hacer comentarios con connotaciones sexuales que la degradan y humillan no constituyen actos de violencia. Mucho me temo que no son las únicas personas que piensen así; en la sociedad está normalizada esa doble moral que atribuye una consideración diferencial a la sexualidad de mujeres y hombres en perjuicio de las primeras. Acciones que enaltecen a estos, son utilizadas para degradarlas a ellas.  No obstante, con conocimiento o no de la naturaleza de estos comentarios, son violencia de género. Y ello no porque lo diga quien escribe estas líneas, sino porque así se recoge, bajo la categoría de violencia psicológica, en la Declaración sobre la Eliminación de la violencia contra la mujer de la ONU de 1993 y también en el marco general de la investigación internacional sobre la cuestión que, además, coincide en señalar el bajo grado de reconocimiento que la violencia de género tiene y su consecuencia más directa: la naturalización y normalización de muchas conductas.

Así las cosas cabría preguntarse si las personas que gestionan este tipo de cuentas están en condiciones de garantizar el “buen trato” a todo el mundo cuando parecen tener ciertas dificultades para identificar el “mal trato”.

Mi segunda reflexión tiene que ver con el significado de la privacidad en la sociedad red. Las tecnologías de la comunicación difuminan las fronteras entre lo privado y lo público a resultas de lo cual la privacidad se ha ido convirtiendo en una “privacidad pública”. Adultos, mayores y jóvenes participamos de un entusiasmo por compartir en la red fotos, escenas de la vida cotidiana, gustos musicales o ideas políticas, en una dinámica, a veces febril, en la que se confunden los límites entre lo público y lo privado en nuestras vidas y en las de los demás. ¿Acaso alguien le ha preguntado a la chica rubia con trenza que aparca la bici a las 9 de la mañana en tal facultad si le apetece que se hable de ella en tal red? Puede que nunca sepa que se aludió a ella porque quizá no siga la cuenta o no utilice esa red; pero también pudiera ser que si se entera no le guste y que su sentido de la privacidad no coincida con el de una aparente mayoría y quiera, por tanto, ser ella misma la que gestione cuándo, cómo, con quién y dónde aparecer. Incluso los comentarios aparentemente inocuos o inocentes, podrían tener, además, sus consecuencias dependiendo de las circunstancias personales.

Habría que añadir que el escrupuloso cuidado que se tiene en salvaguardar el anonimato de quienes escriben los mensajes o gestionan estas cuentas, contrasta con el hecho de que en ellas se anima a compartir cotilleos y rumores sobre estudiantes y profesorado. No se puede negar cierto aire de familia con aquellos regímenes totalitarios que hicieron de la delación anónima una manera de control del enemigo político ¿Qué institución o sociedad democrática puede hacer del rumor, del cotilleo o de la delación anónima un divertimento? A tenor de lo que sucede en las redes y en los medios, parece que las contemporáneas.

Las redes sociales son una herramienta extraordinaria para la comunicación, la movilización, el diálogo y la democratización de la cultura, pero debemos ser conscientes de su buen o mal uso. Esto implica, entre otras cosas, evaluar las consecuencias de nuestras acciones a través de ellas. Podemos pensar en las posibles consecuencias para “mi” o para “los míos” en una suerte de valoración de costes-beneficios que tiene mucho de lógica mercantil;  por el contrario, podemos evaluar las consecuencias en los otros desconocidos, los anónimos, quienes no forman parte del mi mundo. Nos encontraríamos , entonces, en la lógica de la ciudadanía, la que trasciende a nosotros mismos y nuestros criterios particularistas; la basada en el respeto,  a la que, desde mi punto de vista, debemos tender.
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« Última modificación: Enero 03, 2014, 12:26:11 por Beatriz Muñoz »